martes, 30 de septiembre de 2014

Setenta es sólo la mitad de ciento cuarenta.


Aquel día también llegaba tarde. El día que conocí a Juan y a Jesús, había quedado con Verónica y con las personas que quisieran acudir a la cita que yo misma había propuesto, en plena siesta de agosto, como un grito en el vacío que, sin embargo, fue escuchado. Algunas caras conocidas, otras por conocer, el mejor de los contextos aunque yo eso aún no lo sabía. Estaba nerviosa, siempre lo estoy cuando me obligo a vencer mi timidez para hacer lo que considero necesario a pesar de mi misma o quizá para ser más yo. Y en esta ocasión lo era, aunque pensara que ya era tarde, era necesario ir a conocerles, ofrecer lo que pudiera dar, ellos estaban cumpliendo mi sueño y yo no estaba participando en él. Ignoraba hasta qué punto lo estaban haciendo. 

Cuando los sueños construidos parecen perdidos porque nos quieren hacer creer que todo es imposible si no es concedido, que ante la voluntad invisible pero insufrible de los poderes que nos gobiernan nada se puede hacer, siempre hay alguien cerca para sacudirte la conciencia y decirte ¡vamos! Y continúas construyendo ese sueño porque sabes que la vida es precisamente eso. Te caerás una y mil veces, pero te levantas y lo vuelves a intentar. Y qué te mueve, cuál es la razón última que te impide mirar a otro lado y refugiarte en el espejismo de la individualidad satisfecha. Solo la relación con las demás personas, sus miradas y sus ideas, su ejemplo, su empuje, la alegría de reconocerte en ellas.

Todos tenemos una idea de dignidad, aunque solo sea una intuición, pero por muy construida que estuviera en nuestra razón y por mucho que se active cuando la sometemos al contraste de la existencia, la realidad no cambia si no cambias tu forma de relacionarte con ella, si no la miras en los ojos de los demás y te relacionas con lo que ves. No existe la Dignidad y la Justicia, pero sí podemos tratar de vivirla en un bien construido según nuestras ideas compartidas, pisando fuerte la tierra y eso es lo que me ha enamorado de todas las personas que han sostenido la ocupación de un colegio de Fuenlabrada, el Arcipreste de Hita, en su lucha por la apertura de un aula de educación infantil; por un deseo de bien común (la educación de sus hijos e hijas, pero no solo), y sobre todo la forma en que lo han hecho, mediante la afirmación de lo mejor que podían dar, sin esperar concesiones, con todo su respeto, sin pedir permiso.


"El día uno es crucial" o algo similar nos dijo aquel padre que se empeña en contaminar de alegría todo cuanto dice, y dice mucho. De lo que sucediera el día uno dependían muchas cosas, todos lo sabíamos, el uno de septiembre se cumplían setenta días de encierro en el Arcipreste Okupado. "¡¡Setenta días!!" y reconozco que mi exclamación se debió tanto a la rabia de haber permanecido al margen como a la admiración por su constancia. "No es tanto, setenta es solo la mitad de ciento cuarenta".
Risas, sonrisas, más risas, pero esas palabras se instalaron en algún rincón de mi conciencia con toda la seriedad de lo que implicaban, la grandeza del reto planteado a quienes pretenden hacer de nuestra vida su instrumento. "Lo vamos a conseguir, Juan", le dije entonces y aun lo mantengo.

Después vinieron para mi las palabras, las asambleas, las cañas, más risas, más sonrisas; las madres ¡qué madres!, más palabras... Miguel, Andrés, Sandra, todo por decir, todo por aprender, pero sobre todo los niños. Los niños y la niña, las pinturas, los puzles, un caracol de plastilina, el aula más bonita en el que jamás vaya a trabajar. Mis queridas compañeras, las antiguas y las nuevas, las que aun me quedan por conocer. La verificación de una intuición, la de que las luchas sociales son siempre necesarias pero solo son buenas en sí mismas si se hacen partiendo de lo mejor de lo humano y nunca de lo estrictamente político, del poder, de la negación. Que de lo humano todos sabemos, pero todos debemos aprender las lecciones que se nos ofrecen por el camino, si estamos atentos. Y que la lucha por la justicia es solo útil cuando mejora a las personas. No sé si el año que viene se abrirá un aula más en el Arcipreste de Hita, pero lo que sí sé que muchas otras no se van a cerrar porque gracias a las familias y amigos del ArcipresteOkupado, muchos hemos encontrado la brújula que habíamos perdido entre tanta crispación.



Soy afortunada, he conocido y me reconozco en una pequeña parte de este proceso que sigue vivo y me enamora, en esta red inmensa que lo mismo te calienta el alma que te ilumina la razón, y se extiende cada día un poco más. Hablo de amor porque el amor es también egoísmo y yo me reconozco en ese sentimiento cada vez que les doy las gracias por haberme devuelto la ilusión por recordarme que la felicidad no se decreta.

Setenta es sólo la mitad de ciento cuarenta. En lo anecdótico a veces está la esencia de lo vivido.





domingo, 28 de septiembre de 2014

Breve relato. De ojos, dedos y risas.

No necesito escucharte para saber que has llegado, estás aquí, te noto ya cercano a mi espalda. Me giro y ahí estas, con ese gesto tan tuyo que hace de tu sonrisa un regalo al mundo, en ella reside tu poder, ahora ya lo sé. La tomo prestada, no me pertenece.

Tú te acercas y yo me miro. Veo a la mujer en la que me he convertido, no la que quería ser para ti porque ahora me veo en tus ojos, no a través de ellos. Tu luz ya no me absorbe, me refleja, y calienta mi piel como nunca lo había hecho antes. La sangre de las yemas de mis dedos hierve cuando anticipan lo que mi cerebro les ordena. Tu cuerpo se muestra potente, sin embargo tienes ese gesto inquietante: las cejas que, arqueadas, me interrogan, los ojos que juegan a averiguar la verdad en mi deseo que cada vez se hace más poderoso, más incluso que tu propio cuerpo. Tus dedos torpes no encuentran la forma de desatar el nudo, tus dedos sabios abren la compuerta y me desbordo en torrente. Estiro los brazos como si nunca hubiera tenido brazos, sonrío a la vida que se deja hacer a mi manera y me voy.

Ahora puedo alejarme sin hacerme pequeña en tu espejo. No necesito agarrarte para sentirte junto a mi. No necesito que me agarres para sentirme tuya porque no lo soy. Será por eso que te quiero más, que me bebo el eco de tu risa aunque no la tenga cerca, aunque no escuche tus pasos para ir tras ellos.




martes, 23 de septiembre de 2014

Nuestro éxito, primeras sensaciones impresas.

Sí, lo hemos conseguido y aunque sabemos que no nos lo van a reconocer, también sabemos que ha sido nuestro éxito. La reforma de la ley del aborto que limitaba aún más la capacidad de las mujeres para decidir sobre nuestras vidas, finalmente no se va a aprobar por parte de este gobierno. La intensa campaña que los colectivos feministas han protagonizado durante más de un año ha logrado parar la ola de sangre y sufrimiento que sin duda iba a generar. 

El aborto es un derecho extraño de reivindicar, porque no es un bien en sí mismo, como puede ser la educación o la vivienda, pero es un acto de libertad humana innegable e irrenunciable. Ninguna persona, ninguna institución, ninguna idea o creencia debe estar nunca por encima de mi libre decisión sobre mi posible maternidad. Puede parecer sencillo de aceptar por quienes están a favor de la autoemancipación de las mujeres, pero no lo es tanto cuando el debate se detiene sobre lo particular y se pretende llevar a la práctica. Y no lo es en absoluto cuando se razona desde el prejuicio religioso para determinar qué cosa es la vida y lo que se pretende es seguir dominando a las mujeres por medio del control de su sexualidad y su capacidad reproductora. En la oleada patriarcal que estamos viviendo estos días, el control de la maternidad por parte de los poderes opresivos religioso-políticos se ha convertido en caballo de batalla en todo el mundo, con diferentes grados. La respuesta activa de las mujeres, en primer lugar de las feministas, tampoco ha sido igual. En el caso de este país, la lucha ha dado unos frutos agridulces de los que todas, también las mas pasotas o sus retractoras, nos beneficiaremos.



Aunque de pleno derecho salgamos a celebrarlo, una vez pasada la resaca tendremos que sentarnos a reflexionar sobre algunos aspectos. La dimensión de lo que ha estado a punto de suceder en el estado español es tan grande, que no podemos bajar la guardia. No solo porque sabemos que los enemigos de nuestra libertad no van a cejar en su empeño. Buscarán las formas para que sus coces nos alcancen y dañarnos en lo mas íntimo, para imponer sus creencias sobre lo que es o no es la vida, la persona, su dignidad. Ellos, los enemigos de la vida se hacen pasar por sus guardianes por encima de la voluntad de las que la crean y la cuidan prioritariamente. Una decisión política ha estado a punto de condenarnos a la condición de úteros objetivizados, alienados. Otra decisión, también política, nos concede una tregua, pero no deberíamos permitirnos el lujo de instalarnos en el espejismo. El hecho de que sea un éxito de la lucha feminista no evita que se trate de una cuestión de oportunidad política. No nos rasguemos las vestiduras, en esto consiste nuestro sistema democrático. Y del mismo modo que hoy celebramos, mañana podemos llorar, incluso morir, solo porque dejamos que nuestra vida quede en manos de las decisiones ajenas. 
Si los feminismos se mantienen en los márgenes de la lucha política por la conservación de los derechos adquiridos y no avanzan en un sentido verdaderamente transformador de la realidad, en clave autoemancipatoria, estamos condenadas a que en cualquier momento nos vuelvan a relegar a la clandestinidad y la muerte. La verdadera trinchera no está, nunca lo ha estado, en el parlamento. El diálogo no es con el ministro sino con las personas de la calle, con las mujeres en todos los ámbitos, para que intercambiarnos en ideas y argumentos sobre la maternidad libre y el aborto deje de ser un tabú del que solo hablan las feministas. 
El éxito real llegará no cuando se nos reconozca un derecho a (sobre)vivir, que es lo que celebramos hoy, sino cuando la posibilidad del retroceso en nuestra libertad sea inconcebible hasta para aquellos que hacen de ello una misión de vida. Solo entonces podremos respirar tranquilas y decir juntas que lo hemos conseguido. 
Aun así, saldremos a brindar porque al menos aquí y ahora hemos contenido la barbarie. Y buscaremos la forma de alentar solidariamente la lucha de tantas mujeres del mundo que ejercen su libertad bajo la amenaza de los estados y el cuchillo de los carniceros. También por ellas, celebremos y compartamos nuestro éxito.