viernes, 6 de octubre de 2017

La rutina

Rutinariamente intercambiaba sus pulseras identificativas. Lo hacía por placer, el simple placer de contribuir al caos. Dicen que siempre fui así, mala. Algunos, los más ingenuos, me dicen enferma como concediéndome el beneficio de la duda.
Ahora, recuperada para vivir en sociedad, vuelvo a mis rutinas. El descuido de los incautos es la fuente de mi gozo. Un aparente resbalón en las escaleras del metro es mi desayuno preferido. Eso sí, intento compensar el daño causado ayudando a mi víctima a recomponerse tras la caída.
A la espera de algo grande, me consuelo con las pequeñas escaramuzas que vosotros atribuis al azar.