20 de junio de 2016
Me despierto y creo que aun sigo soñando. Si no es una
pesadilla, quisiera por favor seguir durmiendo para no ver lo que veo, para no
saber. De nuevo la sangre, de nuevo la mentira, otra vez el Estado asesina a
sus maestros. México se levanta, todas y todos lloramos los muertos de la
dignidad.
Las injusticias, todos sus muertos, nos duelen, pero hoy
debemos preguntarnos por qué existe un ensañamiento especial e histórico contra
las y los docentes. Ferrer i Guardia, los normalistas de Ayotzinapa, las y los
maestros de la Segunda República española…vienen a mi cabeza para susurrarme de
nuevo: “fue el Estado”.
¿Qué temen los gobiernos que se defienden matándonos? ¿Qué
poder encierran quienes creen en las posibilidades de mejora de la humanidad entera
por medio de la educación?
Nosotras, las y los docentes, somos un potencial
revolucionario. Por eso nos quieren domesticar, por eso nos doman a base de
pruebas, nos anestesian con sus burocracias, nos distraen de nuestra única
misión sustituyendo ideas por estándares de aprendizaje, normativizando nuestra
conducta hasta hacernos olvidar la razón por la que quisimos trabajar en la
educación. Desde los despachos de las Administraciones Públicas no se huele la
tiza ni el barro de los patios. No conocen la risa de los niños, ni la
frustración que sus recortes y dogmas provocan.
En la vieja Europa el virus del miedo y la conformidad está
arrancando de raíz el potencial transformador de los centros educativos
estatales para, poco a poco, transformarlos en aquello para lo que fueron
concebidos: fábricas de ciudadanos ejemplares que votan, consumen y cuando
pueden, agradecidos, trabajan con gusto para poder ser el engranaje en la
máquina de hacer dinero de otros. Algunas personas, las más conscientes, nadan
contra corriente. La resistencia sustituye a la revolución y aguantamos a la
espera de que nuestras y nuestros compañeros despierten del letargo.
Nuestra esperanza está en otras latitudes.
Hoy nuestro corazón está de luto por el asesinato de cinco
maestros y un periodista en Oaxaca, México, por parte de las fuerzas
gubernamentales. Nos solidarizamos con quienes están defendiendo el derecho a
la educación de todas las personas, para evitar los planes de privatización y
recortes que el gobierno trata de imponer. Hay cientos de personas heridas por los
enfrentamientos con la policía. Decenas de detenidas y se prevé que la lista
aumente, ya que el movimiento de base generado está despertando la solidaridad
de los y las mexicanas y del resto del mundo. Oaxaca se organiza, debemos estar atentos y
dar soporte a su lucha, que es la nuestra. Los medios de comunicación, fieles
servidores de sus amos, van a continuar mintiendo como si fuéramos aquello en
que nos quieren convertir. Mienten cuando dicen que los maestros/as se
organizan porque se niegan a someterse a una prueba que mida sus capacidades. Si
así fuera, su lucha sería igual de legítima. El gobierno mexicano, como en
España y en otros tantos lugares, recurre a los estereotipos sobre el
profesorado para desprestigiar su protesta. Para colocar a la opinión pública
en contra de quienes saben que el futuro de la sociedad corre grave peligro en
manos de burócratas, financieros y defensores de la fe y el orden.
Nosotras y nosotros decimos #SomosOaxaca. Seguimos exigiendo
justicia para los normalistas asesinados y para todas las personas, en
cualquier lugar del mundo, represaliadas por la defensa de un sueño: el de una
sociedad emancipada, también en las escuelas, también desde las escuelas.