jueves, 31 de diciembre de 2015

Treinta de diciembre.




De nuevo, hacer balance.
El año que me deja no lo hace en las mejores condiciones. O sí. El otoño prometía ser eterno pero de repente se me desplomó el invierno. Un invierno tan odioso que ni siquiera trae lo ha que de traer el invierno. Pero no, no ha sido capaz de robarme la esperanza de que otros días vendrán, otros soles me calentarán la piel y el corazón, compartiré ideas y vinos. Y estaréis todas, y más que irán apareciendo, para recordarme que el mundo es más grande de lo que cabe en una sola vida.
El verano fue frío, lleno de púas y de tozudez. Menos mal que a todo verano le llega su final del verano. A veces no sé cuando es el momento de abandonar, de bajarse de un tiovivo que da vueltas a lo absurdo sin llegar a ninguna parte, entonces siempre hay una voz o una coz que te llama o te tira para salvarte. Gracias.
De la primavera ya casi ni me acuerdo. Solo de las risas compartidas con amigas que el año puso en mi camino para que crezcamos juntas. Del empeño en cambiar el mundo sin que el mundo me cambie demasiado, de la rabia por el dolor ajeno y la satisfacción de que el propio es cada vez más leve.
Sabía que este año habría de ser bueno por la forma en que empezó. Bailar en la calle con amigos, uvas, cerveza y pasodobles, no existe mejor forma de mandar al infierno lo que nos sobra. Un año que comienza así se merece el mejor de los entierros.
Ahora un señor toca villancicos en su viejo acordeón y, aunque huelen a nostalgia, yo soy feliz.
Gracias por compartir mis 37.
Os espero a todxs en mis 38.







sábado, 26 de diciembre de 2015

Marco y yo


Yo no seré como mi madre. Yo no, ella se lo permite todo. Mi padre lleva toda la vida tratándola a patadas, como a un perro. Es como si no tuviera amor propio. Se sabe que alguna vez, incluso la ha pegado. Pero yo no, ¿cómo pueden permitir eso las mujeres? A mí un tío me intenta poner la mano encima y, vamos, le cruzo la cara y no se atreve ni a volver a mirarme.

Menos al que yo tengo a Marco. He tenido tanta suerte con él, que aun no me lo creo. Marco es especial, me quiere tanto que a veces parece que se va a volver loco, loco de amor. A mí me encanta saber que soy tan importante para él, porque yo le tranquilizo, porque él me necesita. Dice que sin mí se moriría y, aunque yo sé que es una forma de hablar, también sé que amar es sufrir y yo haría cualquier cosa para que no sufriera por mí.
Es como cuando quedo con los de clase. A veces no se lo digo porque sé que no le caen bien, van de otro rollo. Pero no son celos, si la mayoría son chicas, ¡cómo va a sentir celos de mis amigas! Marco dice que son unas frikis, que no vaya con ellas, que se me va a pegar la tontería y yo valgo mucho más. A mí no me gusta que hable mal de ellas aunque algo de razón pueda tener. Además, ellas también se pasan mucho, le han cogido manía porque no le conocen tan bien como yo, ni hacen el esfuerzo para llevarse bien.

Ellas sabrán. El caso es que ahora que me han dejado un poco de lado estoy tranquila porque sé que Marco cuidará de mí. Es maravilloso. Hasta cuando se equivoca y me hace daño sin querer, siempre me pide perdón. Él no es como los demás. Acabamos de pasar una pequeña crisis y me he dado cuenta de que le quiero más aun.

Fue una tontería, pero si lo pienso, aun puedo escuchar las risas de sus amigos y, en verdad duele un poco. No tenía que haberlo hecho, esas cosas no se cuentan y menos delante de tu novia para quedar de guay con los colegas. Yo me callé, no quería que pensaran que soy una ñoña y también porque sabía que a él no le iba a gustar, siempre me dice que soy una quejica y no quiero dejarle mal con su gente. Pero no me gustó que contara nuestras, mis intimidades, así. Él sabe que me había costado mucho lanzarme, que nunca habíamos pasado de besarnos y tocarnos por todas partes y que solo accedí porque confío en él, por lo enamorada que estoy; bueno, y también porque tengo miedo a que si no lo hago, se vaya con otra que sí lo haga, como le pasó a Clara con Rubén. Él sabía todo eso y aun así se burló de mí. Sentía tanta rabia que le hubiera matado allí mismo. Sin embargo, preferí marcharme para que no vieran cómo me afectaba, soy muy orgullosa, ya me lo dice él, no quiero que nadie me vea mal, no entiendo a esas chicas que están todo el día lloriqueando por los pasillos del instituto. Dan pena.

Estuvimos dos días sin hablarnos, yo creía que me moría. Pero necesitaba que me pidiera perdón y lo hizo. En el fondo es como un crío, yo le conozco. Vino a verme a casa, se quedó conmigo toda la tarde. Y eso que yo tenía la regla y estaba insoportable. Fue muy bonito, él estaba asustado, pensaba que le iba a dejar, y se sinceró conmigo como no lo había hecho antes. Me dijo que si yo le dejaba, sería capaz de matarse, como en la peli que vimos el día que empezamos. Nos echamos a llorar, nos abrazamos y lo volvimos a hacer. Fue precioso, ni siquiera le importó que yo tuviera la regla. Entendí que me había pasado enfadándome tanto, total por una broma. Tengo que aprender a conocerle para que estas cosas no nos vuelvan a pasar porque ahora estoy segura de que, si lo hacemos, nuestro amor durará para siempre. Marco tiene razón cuando dice que nadie me va a querer como me quiere él. Nadie me conoce como él, ni siquiera yo misma.
Soy afortunada, a pesar de lo que digan mis amigos. Me tienen envidia, sobre todo ellas, porque yo sí he encontrado el amor verdadero y no voy por ahí pidiendo guerra, que a veces creo que Marco tiene razón y son un poco putas. Ellas dicen que están preocupadas, como la tutora del instituto, ¡qué tía más pesada!, a ella qué le importa, ni que fuera mi madre. ¡Mi madre! Otra, aún peor, porque quién es ella para darme consejos de amor, ella se equivocó de hombre y no supo darse cuenta a tiempo de que él era un asqueroso y se cree que a mí me puede pasar lo mismo, se cree que soy una cría o una tonta. Estoy harta de ella, ya me lo dice Marco, en cuanto cumplas los dieciocho, nos piramos y que les den a todos.
Y eso no lo diría si no fuera en serio conmigo, si no me quisiera de verdad. Estoy orgullosa de que, pudiendo estar con cualquiera, me haya elegido a mí. Sé que no puede ser todo perfecto y aunque nos tenemos que seguir conociendo, también sé que Marco es para mí. Por eso le perdono sus bromas, aunque a veces se pase. No tiene importancia, se tiene que desahogar, el pobre lo pasa mal con sus cosas y las movidas de casa, y además, las parejas también estamos para eso, para lo bueno y para lo malo. Yo le perdono todo, se lo permito todo. Y aunque a veces me recuerdo un poco a mi madre, sé que nunca seré como ella. Yo tengo dignidad y además, Marco no me lo permitiría.




domingo, 20 de diciembre de 2015

Maldición

Malditas las personas que no saben luchar.
Malditos los violentos, los cobardes, malditos los que se conforman.

Señalemos a quienes cierran sus puños para golpear y no los alzan al cielo en un en un grito por la vida en la Tierra. A quienes asfixian con sus brazos, los de trabajar, los de acunar bebés, los de bailar.

Que mi maldición caiga sobre los cobardes que no desafían el orden porque ni siquiera creen que puedan hacerlo, porque no les conviene, porque se temen a sí mismos. Que el mal recaiga sobre los que no se despiertan con los gritos de socorro en las playas, en los cajeros automáticos. Que duerman para siempre su sueño narcotizado. Ojalá algún día su silencio deje de pesar más que nuestras voces.

Si no eres capaz de ver lo que yo veo, no me tomes por loca y apártate.
Si no vas a levantarte conmigo, no te permitas el lujo de juzgarme.

Malditos todos los que, con ilusión o sin ella, ponen el voto en la urna y se encierran en sus jaulas, esperando que todo cambie para ellos, pero por otros.
Malditos los delegadores y los delegados que creen que lo son por unción divina.
Malditos los sumisos, los que obedecen y más aun, aquellos que lo hacen creyéndose libres.

jueves, 17 de diciembre de 2015

Plan C

Ahora volvía a sonreír, aunque solo lo hiciera para dentro.
Todas las señales le indicaban el mismo camino. Además, él aún no la había visto bailar y todavía les quedaban risas por gastar sobre el colchón.

"Absolutos somos solo tú y yo", se repetía convencida de que, pasara lo que pasara, estaba satisfecha de haber querido bien y preparada para seguir haciéndolo, del mismo modo, con las mismas fuerzas y distintas razones.

Puede que fuera verdad, que en el amor hubiera más motivos para la alegría que para la tristeza, sobre todo si existen esas personas que te enseñan que es imposible perder el tiempo.
No se lo decía la cara de la luna sino la voz de su conciencia.

El mundo seguía yéndose a la mierda en las costas de Grecia, pero ella solo buscaba el pan para su alma.

¿Era eso la vida?

No, pero habría que hacerla.
Plan C.



jueves, 10 de diciembre de 2015

Las hojas de los árboles me sonreían, cómplices, al caer al suelo
porque sabían que, en el ciclo de la vida, este otoño a mí me tocaba renacer.

Cómo decirte, entonces, que cuando caminaba a tu lado,
las aceras se reblandecían para hacerme cosquillas en los tobillos.

Y, sin embargo, ahora las aceras vuelven a ser de cemento.
Ya no sé si las hojas me sonríen porque, caídas, miran hacia el suelo.
Solo me dan su silencio.
Me traen tu ausencia.
Y nada se puede esperar de este invierno que acecha plomizo, involuntario.

Y nada sale de mis trenzas deshechas.