sábado, 2 de abril de 2016

Cada vez que se enamoraba excedía los límites de la humildad. 
Un día se agotó, decidió darse el gusto de estar a solas con su saber y reconocerse en su propio valor. Renunció al exceso, a la humildad, eligió la soledad, las amigas con las que crecer y los amigos con los que seguir creciendo, a su manera, sin espejos, haciéndose cada vez más sabia.
Hizo entonces que todos le recordaran que, si volvía a hablar de amor, lo conjugaría en la dirección adecuada y sin olvidarse de la tercera persona.