Ahora volvía a sonreír, aunque solo lo hiciera para dentro. Todas las señales le indicaban el mismo camino. Además, él aún no la había visto bailar y todavía les quedaban risas por gastar sobre el colchón.
"Absolutos somos sólo tú y yo", se repetía convencida de que, pasara lo que pasara, estaba satisfecha de haber querido bien y preparada para seguir haciéndolo, del mismo modo, con las mismas fuerzas y distintas razones.
Puede que fuera verdad, que en el amor hubiera más motivos para la alegría que para la tristeza, sobre todo si existen esas personas que te enseñan que es imposible perder el tiempo. No se lo decía la cara de la luna sino la voz de su conciencia.
El mundo seguía yéndose a la mierda en las costas de Grecia pero ella solo buscaba el pan para su alma.
¿Era eso la vida?
No, habría que hacerla.
"Algún suceso de todos, pasa desapercibido. Nadie nos ha visto. A nadie, ciegos de ver, hemos visto". Miguel Hernández
lunes, 17 de diciembre de 2018
15 de diciembre de 2015
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